Los padres no pueden estar ajenos a los sentimientos y conductas de sus hijos. Paralelamente a su desarrollo físico hay que saber cómo se manifiestan sus sentimientos, teniendo en cuenta que son muchos los factores que intervienen en el comportamiento infantil: la psicología con que se le trate, el clima familiar, las relaciones con el maestro, con sus compañeros y amigos. Variables todas que no están bajo el control de los padres, pero algunas de ellas, como el contexto hogareño y el tratamiento que se les da, si están en sus manos, aparte del conocimiento que cada padre y madre tiene de sus propios hijos.
Estas apreciaciones tienen que ser más que conocidas, intuidas por los padres, sabiendo que es en la a niñez cuando se afianzan las cualidades humanas. Valores creados desde que los hijos comienzan a crecer, y a consolidarse en la escuela con actitudes cívicas y de amor y respeto a los símbolos patrios.
Ninguna persona conoce mejor a los hijos que sus progenitores. En el criterio de no pocas educadoras entrevistadas, el escolar debe aprender desde las edades más tempranas a amar y respetar a su Patria, tanto como a sus padres y a las personas que lo rodean. Los escolares están ávidos de conocimientos y cuánto se les pueda enseñar sobre la historia de su patria y los próceres de nuestras luchas libertarias, es un bien permanente.
La familia pesa en el contexto escolar. Por eso, en las reuniones de padres, a las que, generalmente, asisten las mdres, y en el propio accionar de la escuela, se debe interactuar mucho más con el centro docente y los maestros que lo atienden; y también con los niños, sobre estos y otros temas que condicionan la cotidianidad y que están muy imbricados con la educación y las normas de convivencia, como el saludarnos, pedir permiso, agradecer y respetar, palabra ésta ultima imprescindible en nuestras vidas. La aproximación de este binomio ineludible redundará en beneficio de nuestros escolares.
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