Era el cuatro de junio de 1870 y Cuba vivía una de las etapas más difíciles de la Guerra Grande, pues las autoridades coloniales españolas llevaban a cabo una política de tierra arrasada. Incendian, destruyen y pasan por las armas a todo cubano mayor de 15 años que sorprenden fuera de sus predios.
Sin embargo, es un día festivo en el campamento mambí de Charco Redondo, al pie de la Sierra Maestra, donde la tropa insurgente esperaba por el Generalísimo Máximo Gómez, todo un símbolo de las virtudes del guerrero, quien ostentaba la jefatura de la División de Holguín y combatía en localidades cercanas a la región.
Hombre y tierno y enamorado y soldado leal a Cuba, por demás, Gómez se casaba ese día y apenas pudo cogerse un respiro para llegarse apurado a la prefectura de Charco Redondo, donde lo esperaba su ansiosa novia, Bernarda Toro y el prefecto de la localidad donde vivía ésta, que los iba a casar.
La prometida era una joven de 16 años, tierna y afable, pero valiente y bonita como pocas. Fungían como testigos del enlace de Máximo y Manana, como llamaban a Bernarda, el presidente de la Cámara de Representantes de la Republica en Armas, Salvador Cisneros Betancourt y Fernando Figueredo, patriota de reconocida trayectoria independentista.
Entre los trajines y las vicisitudes de la guerra, pero enamorados y dichosos, se casaron. Consumado el enlace. Manana seguiría al hombre que amaba y compartiría con él tristezas y avatares. Ella no solo fue la esposa del Generalísimo, sino la mujer que sería su principal apoyo; la persona que mejor conocía sus interioridades y el carácter, a veces difícil, del esposo.
Patriota apasionada y presta a cualquier servicio: lo mismo buscaba alimentos y medicinas que servía de enfermera; preparaba las comidas de la tropa o, junto a otras mujeres, lavaba las ropas de los insurrectos. Y a la hora del combate, marchaba al lado del marido. La tropa admiraba a la mambisa que enfrentaba la muerte con una serenidad poco común en una mujer tan joven.
En el monte nacieron los dos primeros hijos que no sobrevivieron las penurias del momento. Luego vendría Clemencia que, por milagro salvaría la vida. La presencia de una fuerza enemiga hizo huir a Manana, quien fue encontrada por su hermano Sixto dos días después, sin sentido y abrazada a su bebe.
La pareja procreó dos hijos más; Francisco, (Panchito) nacido en 1876 en plena manigua, durante la campaña de Las Villas. El cuarto de los hijos de Máximo Gómez y Bernarda Toro, saltó a la historia por méritos propios. Dos años después tuvieron a Máximo, venido al mundo poco antes del infame Pacto del Zanjón, no aceptado nunca por el General Antonio y otros patriotas independentistas. Tanto Maceo como Gómez, mostraron su indignación por aquel convenio que no ofrecía más que una paz sin independencia.
Al término de la Guerra de los Diez Años, Máximo Gómez guardaba su Diario de Campaña y correspondencia militar y familiar, también las fotos de sus hijos. Había combatido tenazmente y agotado por la guerra se acogió al exilio con su esposa y tres hijos. En la tranquila hacienda La Reforma, nombrada así por Gómez en recordación a su campamento favorito, tuvieron otros cuatro vástagos. Fueron años de penurias, perdidas y mucho dolor, enfrentados con estoicismo por la pareja, golpeados una vez más, en 1896, en la última de nuestras gestas independentistas con la muerte de Panchito.
Aquello fue un duro golpe para la madre y el padre. Panchito había participado en 14 de los combates más fieros del general Antonio, que lo consideraba como su hijo y fue punto de enlace Maceo y Martí, nuestros dos grandes héroes. Al conocer de la caída en combate del Titán, se fue a rescatar su cadáver y sin más armas que su arrojo y fidelidad, dando por respuesta a quienes trataban de impedírselo, su heroica determinación, dijo: “Yo voy a morir también.
El hombre que dirigió la primera carga al machete de los cubanos y que hizo cundir el pánico entre las fuerzas españolas, llegó a ser el Generalísimo del Ejército Libertador. Con cariño, como el gran conductor de guerrillas deseaba, lo recordamos en este aniversario 115 de su fallecimiento, ocurrido el 17 de junio de 1905.
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