, Año 64 de la Revolución______________________________

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¨ Za vashe zdorov’ye, továrish Lenin (Por su salud, camarada Lenin)¨


                                                                     Comentado por: Juan Alberto González Machado.

Como habían anunciado las máximas autoridades gubernamentales de la Federación de Rusia, el desfile militar por el Día de la Victoria sobre el fascismo alemán, que tradicionalmente se celebra cada 9 de mayo en la Plaza Roja de Moscú, este año 2020 fue pospuesto para el día 24 de junio debido a la pandemia del nuevo coronavirus. En esta fecha, pero del año 1945, tuvo lugar el Desfile de la Victoria por el Ejército Rojo de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, tras la derrota de la Alemania fascista durante la Segunda Guerra Mundial (1941-1945), periodo bélico conocido como la Gran Guerra Patria.

Mientras observaba emocionado las imágenes del evento desarrollado en conmemoración por el 75 aniversario de ese histórico acontecimiento, sentí un inmenso orgullo por haberme formado profesionalmente en aquel país durante un período de cinco años (1983-1988), a pesar de la decepción sufrida posteriormente por el vergonzoso derrumbe de la gran potencia que salvó al mundo del holocausto nazi.

Sin embargo, hubo un detalle que, quizás inadvertido para los que son poco conocedores de la historia de ese pueblo, para mí constituyó un desgarrador insulto. Me refiero al hecho —¿deliberado?— de pretender ocultar el mausoleo donde descansan los restos de Vladimir Ilich Lenin. Efectivamente, mientras se desarrollaba la ceremonia, intenté ubicar visualmente el majestuoso monumento en su lugar de emplazamiento donde lo visité en más de una ocasión, pero fue después de mucho esfuerzo que logré descubrir que había sido hábilmente enmascarado con una ingeniosa estructura a manera de pantalla que cubría totalmente su fachada principal.

Nada más parecido a una pérfida maniobra para renegar de un símbolo que no le pertenece sólo al pueblo ruso, sino también al proletariado mundial. Un verdadero acto de ingratitud al sentir vergüenza del fundador de la fuerza que obtuvo la gran victoria que, precisamente, se celebraba ese día: el Ejército Rojo. En honor a la verdad, debo confesar que me sorprendió tal afrenta de los hijos de mi segunda patria, donde abracé para siempre la ideología marxista-leninista, hasta las últimas consecuencias.

La presencia de Lenin, aún después de muerto, en el primer país socialista del mundo no fue obra de la casualidad, ni el capricho de un grupo de fanáticos o una consecuencia del culto a la personalidad. Ese es un privilegio bien merecido por el hombre que cambió el curso de la historia y demostró que un mundo mejor es posible. Cuando ocurrió la muerte de Lenin, el 21 de enero de 1924, el Gobierno soviético recibió más de 10 mil telegramas de condolencia, en muchos de los cuales pedían conservar su cuerpo para las futuras generaciones. Fue así como el prominente patólogo y anatomista Alekséi Abrikósov lo embalsamó para mantenerlo intacto hasta el momento de su entierro.

Se determinó, entonces, situar la tumba de Lenin en la Plaza Roja junto a los muros del Kremlin, donde se construyó un mausoleo de madera y se depositó el féretro en él. Posteriormente, este se mejoró y se le diseñó un sarcófago especial. En enero de 1924, el alcalde de Moscú ordenó que en las puertas del mausoleo se dispusiese una guardia de honor las 24 horas del día, la cual se disolvió tras la crisis constitucional rusa de 1993. En 1929, se decidió que el cuerpo embalsamado de Lenin podría preservarse durante mucho más tiempo, por lo que se construyó un nuevo mausoleo, en cuya ejecución se usaron mármol, pórfidos, granito y labradorita, entre otros materiales de construcción. En 1973, el escultor Nikolái Tomski diseñó un nuevo sarcófago.

La posible remoción del cuerpo de Lenin del mausoleo y su posterior entierro es hoy un tema controvertido que sacude a la sociedad rusa casi todos los años, especialmente en vísperas de fechas memorables asociadas con el líder de la revolución bolchevique. Según las encuestas, en la actualidad el 56 por ciento de los rusos quieren que el cuerpo de Lenin sea enterrado; sin embargo, el presidente Vladímir Putin ha asegurado que Lenin yacerá en el mausoleo a los pies del Kremlin hasta que una mayoría clara de rusos manifieste públicamente lo contrario, para evitar una división de la sociedad.

Los que están a favor de la idea suelen indicar que el propio Lenin, antes de su muerte, pidió supuestamente ser enterrado al lado de su madre en el cementerio Vólkovo, en San Petersburgo. Valentina Matvienko, presidenta del Consejo de la Federación de Rusia —Cámara Alta del Parlamento—, considera que el entierro de Lenin es algo inevitable. En su opinión, la manera menos conflictiva de resolver la cuestión es a través de la realización de un referéndum sobre el asunto. Sin embargo, está convencida de que esto no es algo que ocurrirá en un futuro próximo.

Los que están en contra subrayan la importancia histórica de Lenin. Entre otras cosas, apuntan que, de acuerdo con la ley rusa actual, tal decisión solo es posible con el consentimiento de los familiares del fallecido y la sobrina de Lenin, Olga Dmitrievna Uliánova, quien en más de una ocasión durante su vida se posicionó en contra de la medida.

Desde sus primeros años de existencia, el mausoleo ha sido blanco de los más diversos tipos de vandalismo. Piedras, cócteles molotov, botellas con tinta y hasta un martillo fueron lanzados contra el monumento en distintas ocasiones. En 1967, sin embargo, el mausoleo fue escenario de un incidente mucho más grave: un atentado terrorista. En aquella ocasión, un extremista lituano hizo explotar un cinturón de explosivos cerca de la entrada, matándose a sí mismo y a varias otras personas que allí se encontraban.

Se registraron también casos de ciudadanos que intentaron atacar al cuerpo de Lenin con cuchillos e, incluso, hasta disparar contra él. Desde entonces, su cadáver descansa en un sarcófago a prueba de balas. Aun así, en septiembre de 1973 una persona desconocida hizo volar un dispositivo explosivo improvisado en el interior del mausoleo.

Hoy en día, el mausoleo es una reliquia histórica de relevancia internacional y, por lo mismo, una de las principales atracciones turísticas de la capital rusa. Sólo entre los años 1924 y 1972 más de 10 de millones de personas visitaron la tumba de Lenin.

Cuando disfrutaba de las impresionantes imágenes de la Plaza Roja, sentí nostalgia de mis años estudiantiles. Entonces vinieron a mi mente las evocaciones de cuando visité por primera vez el mausoleo de Lenin, en pleno invierno del año 1983. Recuerdo que mientras permanecía, salpicado por copos de nieve, en la larga hilera de personas venidas de todo el mundo, experimenté una sensación de insignificante pequeñez ante la inmensidad de aquella enorme plaza adoquinada, custodiada en sus laterales por las imponentes murallas del Kremlin y los almacenes de la entonces bien surtida Tienda Universal Principal (Glavny Universalny Magazín, en idioma ruso), conocido popularmente por las siglas GUM. Todavía evoco, cerrando los respectivos extremos de la plaza, al bello edificio del Museo Estatal de Historia y a las coloridas cúpulas de la catedral de San Basilio. Particularmente, me conmovió la marcialidad y precisión de la ceremonia del cambio de la guardia de honor en la entrada del mausoleo.

Sobre la permanencia en el interior del inmueble, casi 40 años después, mi memoria es borrosa y algo confusa. No obstante, recuerdo que había que circular, sin detenerse un solo instante y sin tomar fotografías, haciendo el recorrido en forma de U alrededor del féretro por el extremo de los pies, en medio de una tenue semioscuridad y una sobrecogedora atmósfera de solemnidad. Lo que sí puedo asegurar es que, una vez que salí de aquel sitio, nunca más volví a ser la misma persona.

Hagan lo que hagan, incluso enterrar su cuerpo y demoler su mausoleo, lo cierto es que ya nadie podrá opacar el brillo y, menos aún, apagar la luz que irradia la gran luminaria universal que sigue siendo Vladimir Ilich Lenin para los oprimidos del mundo. Sobre todo en estos tiempos de ingratos renegados. Pero no importa, camarada ¨Ulianóv¨; parafraseando a los gladiadores de la antigua Roma, tus discípulos más fieles te decimos: ¡Hurra, Lenin. Los que vamos a seguir, te saludamosǃ.





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