, Año 64 de la Revolución______________________________

PARA LA HORA

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Una mirada a su obra


Más allá del conocido apasionamiento amoroso  que le inspiró Julián del Casal, ese iluminado sublime,  como ella lo calificara, Juana Borrero, quien brilló por su  talento poético,  fue también una extraordinaria pintora.

Nació el  l8 de mayo de 1877, en La Habana. Su precocidad se manifiesta cuando a  los cinco años pinta un clavel y una rosa y lo titula Romeo y Julieta. Adolescente, inició sus clases de pintura con Dolores  Desvernine. En San Alejandro, tuvo como profesor  a Armando Menocal, quien mucho ensalzó el quehacer de su alumna. El espíritu de libertad de Juana se manifestó en la creación artística porque estaba contra ataduras y  convencionalismos.


Es conocido que en su primera lección con el maestro Menocal  le dijo: “No me explique teorías  porque son inútiles para mí; pinte un poco en esa tela y así lo entenderé mejor”.

Su hermana, Dulce María Borrero, contó: “De nuestro padre había heredado Juana el amor por la belleza manifestada en las esferas del Arte y las ideas, y aquel otro amor suyo, rayano en el delirio, por la hermosura natural del mundo en su unidad de formas y de fuerzas. Por  nuestra madre, que cultivó en su callada juventud, por singular preferencia, las antiguas mitologías y la Astronomía, conoce la curiosa  criatura la existencia de los misterios cósmicos y el ordenamiento  armonioso de los mundos en el abismo estelar.

 

 

Como a Juana le llama poderosamente la atención la Historia Natural su pincel la recrea en dibujos muy apreciados por los naturalistas  Poey Y Carlos de la Torre.

Con inspirada y detallada pericia, la joven  ilustró  cuentos de Esteban Borrero como los  de Lecturas de pascuas, que compartió con su hermana  Dulce María, a quien dio las primeras clases técnicas.

A propósito de la exhibición de los cuadros de la joven en  el Salón Pola, en  1893, el poeta Julián del Casal, cuya tormentosa relación tanto la señalara, rubricó en una crónica:

“Dentro de poco tiempo, toda vez que una artista de tan brillantes facultades no puede permanecer en la sombra, ya porque su mano poderosa la arrastre a la arena del combarte, ya  porque se lance ella misma a cumplir fatalmente su destino, su obra será sancionada  por la muchedumbre y su nombre recibirá la marca candente de la celebridad”

Entre los óleos más conocidos de la artista están los titulados Niñas para el que posó su hermana Mercedes y,  tal vez, el más conocido Negritos, realizado en  Cayo Hueso y que se exhibe en las Salas Cubanas del Museo Nacional. El poeta, narrador y ensayista José Lezama Lima, afirmó: “Las vivencias profundas que produce la contemplación de Negritos son semejantes a las que produce la Gioconda”.

En su artículo Las cartas de amor de Juana Borrero,  el poeta y ensayista Cintio Vitier, resalta:

(…) los preciosos  dibujos que pueden verse en los facsímiles y muchos pasajes descriptivos nos recuerdan que tal vez, no obstante la impar Última rima, el mayor talento de Juana fuese el de pintora. Su pupila tenía la hiperestesia y la precisión de los destinados a transfigurar el mundo visible, sin contar la extraña penetración  psicológica que revela  el cuadro de los negritos de Cayo Hueso.

 

José Martí organizó una velada para presentar a la colonia cubana de Nueva York a la niña poeta. En  Chickering Hall,  Juana recita su poema patriótico Esperad. Esteban Borrero obsequió a Martí con varias obras pictóricas realizadas por su hija. 

EL FINAL

Enferma, aún dolida por la muerte de  Casal, cuyo recuerdo es llama  presente, la poetisa y pintora fallece el 9 de marzo de 1896, en Cayo Hueso,  donde la familia se había exiliado, por estar comprometido Esteban Borrero  con la lucha revolucionaria, y, en especial,  en busca de un mejor clima para la doncella con signos de tuberculosis.  En  sus   momentos, finales, desde su lecho, Juana clama angustiada por su novio Carlos Pío Uhrbach, incorporado a las fuerzas insurrectas en la manigua cubana.  Sin poder sostener el lápiz, la joven dicta a una de sus hermanas su poema Última rima.

Yo he soñado en mis lúgubres noches,

en mis noches tristes de penas y lágrimas,                                                 

con un beso de amor imposible,

sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.

 

Yo no quiero el deleite que enerva,

el deleite jadeante que abrasa,

y me causan hastío infinito

los labios sensuales que besan y manchan.

 

¡Oh, mi amado!,  mi amado imposible!,

mi novio soñado de dulce mirada,

cuando tú con tus labios me beses

bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.

 

Dame el beso soñado en mis noches,

en mis noches tristes de penas y lágrimas,

que me deje una estrella en los labios

y un tenue perfume de nardo en los labios!

 

Bibliografía:

Vitier, Cinto. Contemporáneos. Ediciones UNION.

De Armas, Emilio. Casal. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de La Habana, Cuba, 1981. 

 Ricardo, Yolanda. Nueva visión de Dulce María Borrero. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de La Habana, Cuba, 1983


http://www.mujeres.co.cu/art.php?MTMzMzQ=

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