Sus miradas no reflejan tristeza y una perenne sonrisa ilumina sus rostros ávidos de sueños. Desconocen el hambre y la miseria y no son usados como mercancía pornográfica o como fuerza de trabajo. Tienen escuelas y la salud asegurada y ninguno ha perdido la ingenuidad. Por eso complace tanto verlos reír y jugar, saludables, traviesos, picaros y divertidos.
Como cada primero de junio, niños y niñas en muchas partes del planeta celebran su día. Los nuestros, acostumbrados a su hermosa cotidianidad, aplaudirán la fiesta por el Día Internacional de la Infancia, como acostumbran: con mucha y sana alegría.
Sucede que la fecha, como otras tantas que les compete y disfrutan, no les pasa inadvertida, saben que todos los días son suyos y saborean el privilegio de saberse favorecidos como sujetos de derecho, con responsabilidades acorde a sus edades y madurez, lo que según la Convención de los Derechos del Niño representa un cambio en el modelo jerárquico de relaciones.
Fue en 1956 que la Asamblea General de Naciones Unidas recomendó que se instituyera en todos los países un Día Universal de la Infancia, que se consagraría a la fraternidad y a la comprensión entre los niños y las niñas del mundo entero y se destinaría a actividades propias para promover el bienestar de los infantes del planeta.
La infancia es una etapa de la vida que marca para siempre el devenir del ser humano y su continuidad generacional. Muchos la recordamos como el período más lindo de muestra existencia y para cada niño o niña debería representar el momento de más felicidad; sin embargo: Unos 600 millones de niños viven en la pobreza, más de 27 mil menores de cinco años mueren cada día por causas evitables, y otros 130 millones no reciben siquiera educación elemental.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, la prostitución y la pornografía infantil, los llamados niños de la calle y el tráfico de órganos extraídos a muchachos menores de edad engañados o secuestrados y luego asesinados, rebasa con creces las peores y más espeluznantes experiencias.
En Cuba, las y los infantes viven una niñez feliz, donde no se ponen en riesgo ni sus vidas ni sus sueños. Niños y niñas bendecidos por el amor de su nacimiento y el desvelo del Estado cubano por verlos crecer contentos, lo que se refleja en los indicadores que sobre el tema aparecen en los organismos internacionales. Y es que la Revolución ha creado todo un cuerpo legislativo dedicado a garantizar la supervivencia, desarrollo, protección y participación de la población más joven. Así, existen los Códigos de la Familia, del Trabajo y de la Niñez y la Juventud. También la ley de la maternidad, con extraordinarias ventajas para la madre.
Los tenemos como lo que son: un preciado tesoro. Y si algo resulta verdaderamente imposible en esta tierra, es andar por sus calles, caminos, plazas, campos, parques y avenidas sin tropezar con algún chico o chica feliz, que marcha presuroso a la escuela, pasea o juega, sabedores de que el futuro les pertenece.
Sobran motivos para hacer del Día Internacional de la Infancia una jornada de goce y sueños de ventura. No puede ser de otra manera, porque desde que laten en el vientre materno, gozan de todos los privilegios, el primero: vivir en una patria libre que los ama y resguarda apenas ven la luz con una adecuada y oportuna vacunación contra todas las enfermedades prevenibles, algunas de las cuales constituyen flagelos en muchos países de América Latina y África. Además, tienen escuelas y educación gratuita en todos los niveles de la enseñanza y cuentan con todas las posibilidades del mundo para escoger su futuro, a pesar del bloqueo y de las escaseces.
Una vida bien diferente a la que viven muchos otros pequeños en buena parte del planeta, donde las diferencias son abismales. Niños que acumulan los sobresaltos y los horrores de una existencia lastrada por las guerras, la violencia y la explotación sexual y laboral. Infantes desdichados a los que también les arrebataron la fantasía.
Concebidos para verlos felices, a salvo del hambre, la discriminación, la pornografía infantil y las guerras, sobre estos niños olvidados pesan historias que conforman su diario acontecer y que lacera el alma conocerlas. Cara fea de una realidad en la que los cacareados derechos infantiles son violados cada día.
Estudios pertinentes de la UNICEF, estima en más de 300 000 los menores que sirven como combatientes alrededor del mundo. De hecho, con el incremento de las guerras y de las migraciones que estas provocan, aumenta la cantidad de niños soldados y victimas en ejércitos, grupos opositores o fracciones, en buena parte de los conflictos mundiales. Un sector indefenso y vulnerable que ignora la pertinencia de esta jornada que se les dedica.
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