, Año 64 de la Revolución______________________________

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El milagro de los nietos

A sus 80 años, Carmen, una mujer que se consideraba muy activa y diligente para su edad, se ha visto de la noche a la mañana, recluida en su casa. Claro que no se siente sola, sus dos pequeños nietos, de cuatro y seis años la acompañan en este encierro necesario que desde hace varias semanas de aislamiento social mantiene al país en vilo a causa de la pandemia originada por la COVID-19.

Carmen no añora sus visitas a las amigas de siempre, sus escapadas para hacer algún que otro mandado o paseíto: ni siquiera ha tenido tiempo para pensar en ello. Los nietos la mantienen ocupada y entretenida, además de hacerla sentirse la más importante de las abuelas.

Su hija y yerno trabajan y a veces llegan tarde a la casa a causa de sus muchas responsabilidades. Por lo que ella mantiene en orden el hogar, adelanta la comida y juega con Tiago y Melinda todo el tiempo que puede. Maestra de preescolar durante más de 40 años hasta su retiro, ella sabe bien que desde el nacimiento hasta los seis o siete años se estructuran las bases de las particularidades físicas y formaciones psicológicas de la personalidad infantil, a consolidarse en  las sucesivas etapas de desarrollo.

Edades ideales para formar los principales hábitos de vida y de comportamientos. Conoce, por su experiencia laboral y por la que tuvo con sus propios hijos, que tan pronto el niño o niña se siente capaz, quiere valerse, vestirse, comer solo, etc. Consciente como está que si los padres, abuelos, tíos u otro familiar se lo hacen todo, anulan las posibilidades del infante de  satisfacer su necesidad de independencia, enseña a los suyos a auto validarse; de  lo contrario, adoptaran una posición pasiva y le darán la espalda a los problemas.

Sus tres hijos están conscientes de que tienen en sus abuelos, maternos y paternos, unos aliados magníficos para su crianza y educación y no desperdician esa oportunidad que se les brinda ahora y que el enfrentamiento a la pandemia demanda, para aprovechar la vasta experiencia de la abuela Carmen en el campo de la educación y personal para que las revierta en sus nietos.

Ella lo ve como una fuerza intergeneracional gravitando en ese aprender de las experiencias de la niñez, de las prácticas y costumbres que reconocemos provienen de nuestros padres y abuelos. Por práctica propia, sabe que las parejas jóvenes que están batallando con los problemas normales de la inexperiencia o de su propia separación en algunos casos, requieren del apoyo y la sabiduría de los abuelos; pero entiende que si estos  quieren ayudar, harían bien en reservar sus opiniones para cuando se la pidan. Entonces sus ideas pueden ser discutidas, no como resoluciones ya formadas, sino como sugerencias capaces de ser adoptadas o descartadas por sus hijos.

Los ancianos son el vínculo vital en la continuidad familiar. Ellos trasmiten a sus nietas y nietos tradiciones familiares y expectativas, además de cariño y cuidados. Nuestra cultura y nuestros valores se divulgan con frecuencia más por conducto de los mayores que por los padres, pues el papel de los últimos está lleno de los rigores de la vida diaria.

En las primeras edades, niñas y niños tienden a escuchar y apegarse fácilmente a las personas de más edad; les gusta jugar con ellos y sentir su protección y sabiduría. Ventaja que debe aprovecharse para inculcarle valores formativos. Los cuentos, las fabulas, las historietas, las canciones infantiles de antaño y los juegos resultan una vía eficaz para ello.

Los niños que tienen el lujo de poder relacionarse con sus abuelas, abuelos y otros familiares, aparecen con ventajas en todos los estudios sobre desarrollo infantil. Ser abuela-abuelo, por demás, demanda de mucha diplomacia, adquirida con la experiencia de la vida.  De hecho, el mejor aporte que pueden hacer estos al cuidado y protección de sus nietos es brindarles su amor incondicional y desinteresado, validado por la continuidad de comportamientos, maneras de sobrellevarse que son familiares para el niño o niña, que necesita a los padres tanto como a las abuelas y abuelos, por distintas razones.

Como dijo un eminente pediatra norteamericano, “un nieto es un milagro, pero una nueva relación con nuestros propios hijos es un milagro todavía mayor”.

http://www.mujeres.co.cu/art.php?MTMxMzU=

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