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¨Un busto para Don Eulogio¨

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A lo largo de la historia de la humanidad, prácticamente todas las civilizaciones han enaltecido a sus héroes y mártires inmortalizándolos en fastuosas y solemnes esculturas, estatuas y bustos de diferentes escalas y tamaños, diseñados, construidos o esculpidos por célebres personalidades de la Arquitectura y las Artes Plásticas. Incluso, muchos caudillos de la historia universal se han asegurado sus propias estatuas estando aún en vida. Y eso no ha sido por gusto.

Conocedores de lo que esto representa, siempre que los Estados Unidos invaden y ocupan un país lo primero que hacen sus tropas es derribar, destruir y humillar las imágenes de sus líderes históricos, como ocurrió en Irak con Sadam Husein y sus estatuas, o en Rusia con las de Vladimir Ilich Lenin, cuyos detractores han intentado hasta profanar su cuerpo conservado durante más de 60 años en un mausoleo al pie de las murallas del Kremlin, en la Plaza Roja de Moscú. 

En el discurso pronunciado en La Habana durante su visita a Cuba en el año 2016, el entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, exhortó al pueblo cubano a ¨olvidar la historia¨, lo que equivale a privarnos de nuestra raíces históricas y culturales, e ignorar la afrenta cometida por marines yanquis ebrios en el Parque Central de La Habana, en 1949, contra una estatua del Apóstol de la independencia de Cuba José Martí. Sería lo mismo que olvidar los recientes actos vandálicos perpetrados contra sus bustos en esa propia ciudad por asalariados del actual gobierno estadounidense.

El hecho de que hayan atentado contra esos símbolos nacionales muestra la medida exacta del importante papel que estos juegan en la conciencia política del pueblo cubano, que se distingue por su alto sentido de pertenencia y su arraigo a las tradiciones de lucha de nuestros predecesores.

En un sistema político como el de Cuba, actualmente inmersa en una épica ¨batalla de ideas¨ contra el imperialismo, esa ancestral práctica adquiere una significación relevante, si se tiene en cuenta que el conocimiento de la historia patria por parte de la ciudadanía, en particular por los jóvenes, es una garantía para la supervivencia y la continuidad del proceso revolucionario.

Cada territorio de este país ha forjado su propia historia con figuras que descollaron por su destacada trayectoria cívica, revolucionaria o intelectual. Esas prominentes personalidades constituyen paradigmas para las nuevas generaciones que, en el futuro, tomarán las riendas y conducirán el destino de esta hermosa obra que tanta sangre ha costado.

Por lo visto, nuestro terruño no es muy pródigo en eso de honrar a sus héroes con tales iconografías. Aparte de los tradicionales bustos de José Martí en las escuelas y algunas entidades estatales, el único que he visto en todo el territorio municipal es el del Comandante del Ejército Rebelde Doctor Faustino Pérez Hernández ubicado, merecidamente, en la fachada principal de la Empresa para la Conservación de la Ciénaga de Zapata.

Por eso, me llama poderosamente la atención el hecho de que en ningun lugar de la Ciénaga de Zapata exista, al menos, un busto de la figura insigne de la historia local: el Comandante del Ejército Libertador Eulogio Lobato González. Ni siquiera en la escuela que, orgullosamente, lleva su nombre.

Este distiguido cenaguero, nacido en la finca “San Lázaro” en el año 1845, puso a disposición de la Patria no solo sus bienes materiales, sino a toda su familia. En el año 1869 se incorporó a las huestes mambisas en la demarcación de Cienfuegos bajo las órdenes del coronel Jesús del Sol. Tuvo su bautismo de fuego el 9 de marzo de 1869 en un encuentro contra el Batallón español “Nápoles”.

En noviembre de 1869 –en el contexto de la Guerra Chiquita– se unió a las tropas del coronel Cecilio González. Durante sus actividades revolucionarias, fue capturado por los colonialistas españoles y deportado a la Isla de Ceuta (Marruecos), donde guardó prisión desde 1883 hasta 1891, año en que regresó a Cuba.

 

El primero de julio de 1895 se reincorporó a la manigua redentora e ingresó en el Regimiento de Infantería “Gómez”. Participó en treinta y tres acciones combativas, alcanzando el grado de Comandante del Ejército Libertador.

Después de la intromisión de los Estados Unidos en la última contienda independentista cubana (1895-1898), Eulogio Lobato fue nombrado Inspector de Costas y durante la pseudorepública fungió como Presidente de un Colegio Electoral en el poblado de Soplillar en las primeras elecciones políticas desarrolladas en Ciénaga de Zapata en el año 1920. Falleció, a la edad de 86 años, el 2 de julio de 1931 en la ciudad de Cienfuegos.

Evidentemente, esta profusa hoja de servicios prestados heroicamente a la causa de los más humildes es mérito más que suficiente para honrar de todas las maneras posibles al ¨Padre Fundador¨ de nuestra patria chica: la Ciénaga de Zapata.

Sería gratificante para todos los cenagueros tener un lugar donde se le pueda rendir el homenaje que merece nuestro ilustre patricio de las tres guerras de independencia contra España. Aunque sea un humilde busto que se convierta en un sitio de peregrinación, donde se le pueda depositar una flor el día de su nacimiento, de su fallecimiento o siempre que se desee. Solo eso se necesita. Nada más.

 

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(Juan Alberto González Machado, marzo de 2020).                                                                                                                                                                    

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