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Octubre, ¿por qué el más temido?

Históricamente octubre es, dentro de la temporada ciclónica, el mes más peligroso para Cuba


Pese a mostrar en las últimas cuatro décadas una disminución notable en lo referido al azote directo de huracanes a nuestro país, históricamente octubre es, dentro de la temporada ciclónica (del 1 de junio y culmina el 30 de noviembre), el mes más peligroso para Cuba.

La afirmación se fundamenta no solo por atesorar la mayor cantidad de organismos tropicales  con ese rango, que han impactado al territorio nacional desde 1799  a la fecha, sino también porque exhibe la más alta cifra de los clasificados como intensos (vientos máximos sostenidos de 178 kilómetros por hora en adelante), que asolaron a la Mayor de las Antillas.

Dentro de la lista de los más notorios aparece la denominada Tormenta de San Francisco de Borja, que procedente del mar Caribe azotó a la región occidental, en particular a La Habana, del 10 al 11 de octubre de 1846.

Según precisa el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, coordinador de la comisión de historia de la Sociedad Meteorológica de Cuba, el fuerte evento hidrometeorológico ocasionó numerosos derrumbes en la capital, incluso la destrucción total de diez edificaciones de piedra con estructuras muy sólidas, así como el naufragio de decenas de embarcaciones en la bahía habanera y la caída estimada de alrededor del 60 % de los árboles existentes.

Fuentes bibliográficas de la época refieren la pérdida de 175 vidas y  alrededor de 50 000 damnificados.

Un estudio realizado por el Doctor en Ciencias Ramón Pérez Suárez, investigador del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, mostró que debió alcanzar la categoría 5 en la actual escala Saffir-Simpson (vientos iguales o superiores a los 252 kilómetros por hora), por la magnitud de los daños ocasionados y registrarse a su paso un valor mínimo de presión atmosférica de 916 hectopascal, el más bajo registrado en el país hasta el presente.

Otro de los grandes ciclones tropicales de octubre  lo fue la Tormenta de San Francisco de Asís, que igualmente castigó con toda su furia a La Habana entre el 4 al 5 del referido mes en 1844, destruyendo más de 2 000 casas.

El área de vientos fuertes abarcó también zonas de las actuales provincias de Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos y Villa Clara. Historiadores de entonces le atribuyen a este fenómeno natural  la pérdida definitiva de la infraestructura cafetalera en el occidente cubano, junto a una disminución significativa de la producción y exportación azucarera al año siguiente.

La relación comprende, asimismo, al huracán de San Marcos, que provocó una considerable inundación capaz de anegar a casi toda la ciudad de Matanzas y la muerte de centenares de personas los días del 7 al 8 de octubre de 1870, y al huracán de los cinco días en Pinar del Río, en 1910, el huracán sin precedentes de 1924 que atravesó el extremo oeste de Pinar del Río (probablemente un categoría 5), y los famosos ciclones del 20 de octubre de 1926, y del 18 de octubre de 1944, en los cuales los mayores efectos se sintieron en la antigua Isla de Pinos, y La Habana.

Resulta oportuno apuntar que desde el último evento mencionado, ningún otro huracán de gran intensidad ha vuelto a castigar a toda la capital cubana, tregua que ya se extiende por más de 70 años.

Y aunque sus vientos estuvieron por debajo de la mencionada categoría, es imposible no citar al ciclón Flora, que produjo torrenciales lluvias y colosales inundaciones en la región oriental del 4 al 8 de octubre de 1963.

Murieron alrededor de 1 200 personas y representa la segunda mayor catástrofe natural ocurrida en Cuba, después de la provocada por el huracán del 9 de noviembre de 1932, en Santa Cruz del Sur, Camagüey.

CON LOS OJOS EN EL CARIBE

Por lo general  los ciclones tropicales del décimo mes del calendario surgen en el mar Caribe occidental y tienden describir una trayectoria próxima al norte, de ahí que representen una seria amenaza para las provincias occidentales y el municipio especial de Isla de la Juventud, históricamente los territorios más azotados en octubre.

Muchas veces demoran cierto tiempo en formarse y luego pueden desplazarse con una velocidad de traslación menor a la habitual, lo cual posibilita que al permanecer más días en el mar, ganen en organización e intensidad para convertirse en huracanes.

Como expresó la doctora Miriam Teresita Llanes, jefa del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, el servicio meteorológico nacional con su capital humano altamente calificado desplegado en las 68 estaciones localizadas a lo largo de nuestro archipiélago, los 14 centros provinciales y la red de radares, mantiene desde el comienzo de la actual temporada ciclónica (la segunda más activa en la cuenca del Atlántico tropical después de la del 2005) una atención permanente ante la aparición de cualquier ciclón tropical, que pudiera representar un peligro para Cuba, vigilancia que ahora se concentra más en el mar Caribe occidental.

A todo el conocimiento científico disponible, se la suma el empleo de avanzadas herramientas tecnológicas, que contemplan, por ejemplo, la aplicación de modelos informáticos para el pronóstico de trayectoria  de los organismos ciclónicos, y para estimar el probable comportamiento de la sobreelevación del nivel del mar en caso de afectación directa de algún huracán.

¿QUÉ HACER ANTE EL AZOTE DE UN CICLÓN?

  • Mantenerse al tanto de las informaciones emitidas por el Instituto de Meteorología y a las orientaciones de la Defensa Civil y las autoridades competentes.
  • Asegurar puertas y ventanas, así como los techos de cubierta ligera con sacos de arena, tierra o alambres.
  • Proteger los tanques de agua ubicados en las azoteas, en particular las tapas, y retirar todos los objetos de los patios y demás sitios que puedan ser proyectados por los fuertes vientos.
  • Limpiar desagües, zanjas y alcantarillas, cuya obstrucción aumenta la magnitud de las inundaciones causadas por intensas lluvias.
  • Alejarse de inmuebles con peligro de derrumbe o deslizamiento y no regresar a la vivienda si está declarada en mal estado constructivo, aún después del paso del ciclón.
  • No tocar cables eléctricos y evitar salir del lugar donde se encuentre pasando la contingencia meteorológica, hasta que no ocurra el alejamiento definitivo del meteoro.
  • Incrementar las medidas higiénico-sanitarias y cumplir las normas de distanciamiento físico ante posibles evacuaciones de la población, teniendo como contexto el enfrentamiento a la covid-19.
  • Almacenar agua y tratar de disponer de linternas, velas y fósforos.

 

(GRANMA)

 
 

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