DESDE AQUEL DÍA DE ABRIL MI VIDA CAMBIÓ.
(Testimonio de Nora Martín Angulo, hermana de Dulce
María Martín, víctima civil de la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos en
Abril de 1961)
Yo soñé con aviones
que nublaban el día
Justo cuando la gente
más cantaba y reía ,
más cantaba y reía…
Silvio Rodríguez,
(Sueño de una noche de verano, canción)
Sentada frente a Nora, me
aprieta la mano izquierda y con un gran suspiro me cuenta lo sucedido en la
madrugada del día 17 de Abril de 1961.
Con los ojos llenos de
lágrimas rememora cómo la sorpresiva invasión mercenaria por Bahía de Cochinos
le arrancó la vida a su pequeña hermana, Dulce María Martín, que contaba sólo
con 14 años de edad.
-“Nos encontrábamos en
Caletón, en casa de tía Amparo, acompañándola, porque hacía nueve días se había
muerto su único hijo. De repente un estruendo hizo que todos en la casa
despertáramos; eran ráfagas de tiros y bombas cayendo contra todo, salimos de
la casa rumbo a Jagüey Grande en un camión descubierto.
Hace una pausa. La
comprendo cuán difícil es sacar de sus adentro los recuerdos. Me mira con los
ojos fijos y confiesa:
“Lo que te voy a decir,
nunca se lo he dicho a nadie, es por eso que no quería que mami estuviera aquí
presente, ella se pone muy mal, pero mi hermanita quedó viva cuando cayó sobre
mis piernas la vi morir, ¡como sangraba por la nariz y la boca!, entonces puse
mi mano sobre ella.
Llora. La dejo hacerlo
con la vista fija en mis propósitos: su testimonio.
-“Veníamos como dos
angelitos en la parte de atrás del camión, con los brazos entrelazados sin
entender qué sucedía. De repente me tiraron de la mano y a ella la dejan tirada
en la carretera; me llevaron prisionera; allí me volví como loca, cogí un palo
para pegarles a los mercenarios que estaban con nosotros, uno de ellos fue a
darme 10 dólares y le dije que no quería nada. Pasé los días más amargos de mi
vida sentada sin poder hacer nada porque no te dejaban moverte, me puse a
pensar en mi hermanita muerta y cómo mi familia sabría de nosotras, fue algo
terrible, la verdad…
Se levanta, toma agua y
con un brillo en la mirada me dice:
-“Yo hablo de esto porque
el tiempo pasa y tiene que quedar el testimonio de las cosas que pasaron, pero
no es fácil, no es fácil, lo que yo pude ver allí fue mucho…
Siento escalofríos al ver
a Nora capaz de revivir aquella escena de terror y crimen. Aguanto, por el bien
de mi objetivo, ciertas lágrimas majaderas que me quieren salir de algún lugar
muy adentro. Suspiro largo. Ella se calma con el agua oportuna que nos traen y
continúa:
-“Al día siguiente vuelvo
a pasar por donde mismo y Dulce allí tirada todavía después de pasar el sol, el
sereno, es esa foto que corre el mundo mi hermanita boca abajo con un pie medio
recogido, me puse muy nerviosa y es cuando uno de ellos me dice; “dale,
dale…. Lo sentimos, estamos en guerra”.
Rabia en su mirada
tierna. Sin embargo me explica que ella ha vivido afectada durante toda su
vida.
“Todos mis hermanos
estudiaron, son profesionales y yo lo intenté pero no pude, en la escuela no
coordinaba las ideas, padezco de los nervios y de la presión arterial con
tratamiento médico desde muy joven; gracias al apoyo de mi familia y de mi
madre, Hildolidia Angulo, mi vida ha transcurrido en un ambiente tranquilo y
familiar”.
Nora, hace otra pausa y
no quiere terminar la conversación sin dejar de expresar:
-“Mi hermanita y yo nos
criamos como jimaguas, solo un año marcaba la diferencia de edad, compartíamos
las tareas del hogar y en forma de juego ayudábamos a mami en la casa, nos
poníamos las mismas ropitas. Dulce era una niña muy pasiva, educada, respetuosa
y cumplía con todo lo que le decía mami, con su corta edad ya despuntaba entre
las más destacadas, recibió en la escuela el Diploma, El Beso de la Patria, por
los buenos resultados obtenidos, mi madre lo donó al museo de Playa Girón.
Hoy, a pesar de los años,
Nora con un dolor inmenso que siempre llevará dentro, ratifica:
“Desde aquel día de
abril de 1961, mi vida cambió para siempre…”
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